EL PROGRESO - A MARIÑA
La cofradía del Cristo de la Piedad cumple setenta años
9 abr. 2014 A Mariña
POR: MARITA NEGRELOS FOTOS: PALEO/ARCHIVO COFRADÍAS
La cofradía del Santísimo Cristo de la Piedad cumple 70 años este mes, en el primer año en que la Semana Santa de Viveiro goza de la declaración de Interés Turístico Internacional. Se trata de la primera de las cofradías de la moderna Pasión.
La figura José Rivas tomó como modelo a Giovanni Dupré, en cuya talla el Cristo está recto, pues de otro modo no cabría por las calles
Detalles La calavera situada bajo la Cruz, como en la antigua representación del Calvario, solo se aprecia desde los balcones
LA PIEDAD inició su andadura el 25 de abril de 1944 tras una reunión de los comerciantes e industriales de Viveiro, que mantenían la costumbre de los gremios medievales de reunirse en las tascas de la ciudad a tomar los vinos. En uno de esos encuentros surge la iniciativa de juntarse con el párroco para crear la cofradía.
Los cofrades deciden enviar Francisco Fanego de viaje a Santiago en busca de un imaginero. Allí habló con varios y consideró que el que reunía las mejores condiciones para esculpir la imagen del Cristo era José Rivas, quien es también autor de las tallas de Virgen del Mar de Cedeira y Celeiro, así como de la Borriquita, que es clavada a la del pueblo manchego de Daimiel.
La imagen costó 9.000 pesetas —54 euros— en 1945, que se pagaron en tres cómodos plazos de 2.500 —dos— y 4.000, el último, a la entrega. Mientras Rivas preparaba la talla en Santiago, Otero Gorrita creaba el anda en Viveiro.
La falta de contacto directo entre ambos autores motivó que el trono quedase un poco pequeño para la majestuosidad del Cristo, a pesar de que la base servía para portarlo —hoy lleva la imagen de La Borriquita)—, pero el paso era muy grande, pues con sus más de dos metros de altura empequeñecía el trono, y la cofradía decidió hacer otra tras el primer año.
Rivas tomó como modelo la imagen del italiano Giovanni Dupré, en la que el Cristo aparece tumbado en posición recta ante la Virgen, dado que si imitaba la escultura de Miguel Ángel no cabría por las calles al estar cruzado. REVULSIVO. La creación de La Piedad fue un auténtico revulsivo en la época, puesto que a partir de esta cofradía nacieron tres hermandades, que son las del Prendimiento, Las Siete Palabras y la Santa Cruz —esta última exclusiva de mujeres, que surgió en los años 50—.
La cofradía trata de crear patrimonio y su lema es «siempre más, siempre mejor». De hecho, la directiva asegura que todo el dinero de las cuotas se invierte en acrecentar su patrimonio y sacar la procesión. En los últimos años adquirieron la Cruz plateada que preside sus desfiles. De idéntico metal está hecha la corona de la Virgen, que se sustituyó porque el sudario de la Cruz se enganchaba a la misma, que se logró gracias a una donación anónima. Los candelabros también son de plata, igual que los remates de las ocho varas que soportan el trono, que colocaron el año pasado.
El velorio, que en 2004 llevó el nombre de las víctimas del 11-M, también se incrementó. Además, crearon la banda de tambores vestidos de romanos (1996). Con la cesión de un local en los claustros de San Francisco por parte del Concello en 2010 acondicionaron la dependencia como ropero y local de reuniones. Solo tuvieron que pagar la tarima, el resto del material se lo donaron.
La cofradía restauró asimismo un armario del siglo XVI, olvidado en una esquina y que luce un león rampante. El mueble tiene tres cerraduras diferentes y para abrirlo era preciso que estuviesen las tres personas que guardaban las llaves de cada una de ellas.
Otra innovación afectó a los hachones, que antes lucían la tradicional luz con pila y ahora disponen de lámparas led, que huelen a cera cuando se encienden.
ENTIERROS. La Piedad dispone de un estandarte auxiliar, al que los ancestros daban una curiosa utilidad, pues lo empleaban en los entierros de los cofrades. En caso de fallecimiento dos cofrades que vivían cerca de San Francisco entregaban en mano y puerta a puerta una citación a todos los directivos para acudir al sepelio. Los directivos tenían que firmar al lado del aviso.
El último hermano mayor que falleció en el ejercicio del cargo fue Juan Novo, pero en ese entierro llevaron el estandarte titular.
La directiva de La Piedad está formada ahora por doce personas, que ahora preside el hermano mayor José Luis Couceiro. Entre sus integrantes hay dos mujeres, que además son llevadoras. Se trata de Inés Golpe y Teresa Santos —desde 1999—. La primera accedió en 2008 en relevo por su padre tras llevar años intentándolo. Ellas afirman que «nunca hubo gestos indecorosos», razón por la que se excluía antiguamente a las féminas.
Esto es una señal del cáracter aperturista que vive la Pasión vivariense, puesto que cuando se creó la cofradía no dejaban participar a las mujeres.
El último hermano mayor que falleció en el ejercicio del cargo fue Juan Novo, pero en ese entierro llevaron el estandarte titular.
La directiva de La Piedad está formada ahora por doce personas, que ahora preside el hermano mayor José Luis Couceiro. Entre sus integrantes hay dos mujeres, que además son llevadoras. Se trata de Inés Golpe y Teresa Santos —desde 1999—. La primera accedió en 2008 en relevo por su padre tras llevar años intentándolo. Ellas afirman que «nunca hubo gestos indecorosos», razón por la que se excluía antiguamente a las féminas.
Esto es una señal del cáracter aperturista que vive la Pasión vivariense, puesto que cuando se creó la cofradía no dejaban participar a las mujeres.
DEVOCIÓN. Las muestras de devoción son comunes en Semana Santa. La directiva recuerda a un señor de Barcelona casado con una vivariense enferma de cáncer, quien solicitó ir bajo el paso. «En esos casos siempre se les hace un sitio. Al final de la procesión, el hombre me dio un abrazo llorando», indica Couceiro, quien recuerda que una madre solicitó ir con una vela tras el Cristo, pues hizo esa promesa tras salvarse su hijo en un accidente de tráfico.
Todos los departamentos de la cofradía registran una renovación con entrada de gente joven. Muchos cofrades pasan el testigo a sus hijos, familiares o conocidos, aunque otros acceden porque queda alguna plaza vacante.
Los llevadores que portan el paso están todos tallados. El capataz, que es Luis Tarrío, lleva una ficha de cada uno y cuando se producen incorporaciones de gente nueva cambian los puestos.
El trazado de las calles de Viveiro motiva que los llevadores deban esquivar las farolas del alumbrado y aunque todos los años hablan de solicitar que las cambien de ubicación, al final puede más el deseo de superar otra vez el obstáculo que la comodidad. «Es espectacular», indica Alberto Solla, Cholo.
La Cruz y los candelabros también se mueven para evitar tropiezos. Dos personas se encargan de ello al paso por la calle Margarita Pardo de Cela. Los llevadores de atrás deben meterse hacia dentro en algún punto de la calle Pastor Díaz, donde las varas —que son muy largas— pasan rozando la pared del lado izquierdo.
Los llevadores también se desplazan en algún momento para ver la procesión, sobre todo los que van atrás, y eso motiva que el paso parezca que está atravesado. Esto solo ocurre en la travesía, ya que por las estrechas calles del casco histórico resulta inviable.
La entidad solicita colaboración a quienes deseen portar hachones durante las procesiones, dado que bajó el número de personas que participa en las filas que acompañan el paso. La cifra de llevadores es, sin embargo, superior a la cantidad de puestos disponibles, por lo que cuentan con lista de espera. Un millar de personas participa en la procesión de La Pasión que recorre las calles de Viveiro en la noche del Viernes Santo.
La retirada de la imagen de su aposento anual hace necesarios dos caballetes, una plataforma de madera y dos tablones, así como cinco o seis hombres fornidos. La maniobra requiere temple y una mecánica para evitar que se venga abajo por su peso. Couceiro reconoce que «una vez pasé tanto miedo que no volví a cogerla, porque pesa muchísimo». Lo que sí hace es colocar el último elemento, que es una calavera que lleva debajo de la Cruz, como en la antigua representación del Calvario. Es un detalle que solo aprecian quienes observan la procesión desde los balcones, igual que ocurre con otros símbolos depositados a los pies de la imagen.
SORPRESAS. La cofradía de La Piedad siempre intenta sorprender con alguna novedad, por lo que no es muy dada a anticiparlas. Lo que sí se sabe ya es que quienes pretendan contemplar cómo los llevadores levantan la imagen en La Pescadería tras sacarse los guantes y las orquillas, emulando las tres caídas de Jesús con la Cruz a cuestas, lo tendrán algo más fácil, puesto que la zona de gradas que se ubica en la plazoleta del restaurante O Muro será más amplia y llegará hasta la frutería.
La directiva destaca que «nunca hubo una lesión», aunque si la hubiese la Junta de Cofradías cuenta con un seguro que la cubriría. Solla señala que las piernas soportan el peso de la imagen y la zona lumbar de la espalda también se carga y puede sufrirse alguna contractura.
Para ayudar con esas molestias los llevadores cuentan con el equipo de fisioterapeutas que les asiste esos días en la Casa da Xuventude. El incremento del número de varas, que pasó de tres a cuatro, permitió duplicar el número de llevadores, de 32 a 68, y repartir un poco más el peso, a pesar de que aumentaron las velas, las farolas y las varas son más largas y gruesas.
La colocación de las varas es asimismo más segura al llevar un sistema de enganche con bisagras y pasadores que reemplazó a las tradicionales guías, que obligaban a colocar las varas antes que la imagen. La directiva asegura que los cambios se hicieron tras la solicitud de los llevadores para que estos vayan más cómodos.
Todos los departamentos de la cofradía registran una renovación con entrada de gente joven. Muchos cofrades pasan el testigo a sus hijos, familiares o conocidos, aunque otros acceden porque queda alguna plaza vacante.
Los llevadores que portan el paso están todos tallados. El capataz, que es Luis Tarrío, lleva una ficha de cada uno y cuando se producen incorporaciones de gente nueva cambian los puestos.
El trazado de las calles de Viveiro motiva que los llevadores deban esquivar las farolas del alumbrado y aunque todos los años hablan de solicitar que las cambien de ubicación, al final puede más el deseo de superar otra vez el obstáculo que la comodidad. «Es espectacular», indica Alberto Solla, Cholo.
La Cruz y los candelabros también se mueven para evitar tropiezos. Dos personas se encargan de ello al paso por la calle Margarita Pardo de Cela. Los llevadores de atrás deben meterse hacia dentro en algún punto de la calle Pastor Díaz, donde las varas —que son muy largas— pasan rozando la pared del lado izquierdo.
Los llevadores también se desplazan en algún momento para ver la procesión, sobre todo los que van atrás, y eso motiva que el paso parezca que está atravesado. Esto solo ocurre en la travesía, ya que por las estrechas calles del casco histórico resulta inviable.
La entidad solicita colaboración a quienes deseen portar hachones durante las procesiones, dado que bajó el número de personas que participa en las filas que acompañan el paso. La cifra de llevadores es, sin embargo, superior a la cantidad de puestos disponibles, por lo que cuentan con lista de espera. Un millar de personas participa en la procesión de La Pasión que recorre las calles de Viveiro en la noche del Viernes Santo.
La retirada de la imagen de su aposento anual hace necesarios dos caballetes, una plataforma de madera y dos tablones, así como cinco o seis hombres fornidos. La maniobra requiere temple y una mecánica para evitar que se venga abajo por su peso. Couceiro reconoce que «una vez pasé tanto miedo que no volví a cogerla, porque pesa muchísimo». Lo que sí hace es colocar el último elemento, que es una calavera que lleva debajo de la Cruz, como en la antigua representación del Calvario. Es un detalle que solo aprecian quienes observan la procesión desde los balcones, igual que ocurre con otros símbolos depositados a los pies de la imagen.
SORPRESAS. La cofradía de La Piedad siempre intenta sorprender con alguna novedad, por lo que no es muy dada a anticiparlas. Lo que sí se sabe ya es que quienes pretendan contemplar cómo los llevadores levantan la imagen en La Pescadería tras sacarse los guantes y las orquillas, emulando las tres caídas de Jesús con la Cruz a cuestas, lo tendrán algo más fácil, puesto que la zona de gradas que se ubica en la plazoleta del restaurante O Muro será más amplia y llegará hasta la frutería.
La directiva destaca que «nunca hubo una lesión», aunque si la hubiese la Junta de Cofradías cuenta con un seguro que la cubriría. Solla señala que las piernas soportan el peso de la imagen y la zona lumbar de la espalda también se carga y puede sufrirse alguna contractura.
Para ayudar con esas molestias los llevadores cuentan con el equipo de fisioterapeutas que les asiste esos días en la Casa da Xuventude. El incremento del número de varas, que pasó de tres a cuatro, permitió duplicar el número de llevadores, de 32 a 68, y repartir un poco más el peso, a pesar de que aumentaron las velas, las farolas y las varas son más largas y gruesas.
La colocación de las varas es asimismo más segura al llevar un sistema de enganche con bisagras y pasadores que reemplazó a las tradicionales guías, que obligaban a colocar las varas antes que la imagen. La directiva asegura que los cambios se hicieron tras la solicitud de los llevadores para que estos vayan más cómodos.
Otro beneficio logrado por estos se produjo con la retirada de las gualdrapas que colgaban alrededor del paso para que no se viera a los que iban bajo la imagen, puesto que muchos hacían el trabajo vestidos de calle. «Te morías de calor, porque faltaba ventilación», indica Manuel Lage, el vicehermano mayor. Ahora todos van uniformados, pero antiguamente no todos podían permitirse la compra de los trajes.
0 comentarios:
Publicar un comentario