La proximidad de la Semana Santa incrementa la actividad de los negocios dedicados a la venta de objetos para los nazarenos
La inminencia de la Semana Santa se anuncia en Córdoba mediante la proliferación de ensayos de las cuadrillas, con carteles anunciando actos de culto, conciertos y pregones, por el dulce aroma del azahar en las calles, el incremento del espacio que los medios de comunicación dedican a las hermandades, y los capirotes colgados de la reja de la casa Arenas.
Son varios los negocios que actualmente se dedican a la venta de capirotes, desde tiendas específicamente cofradieras hasta pasamanerías, o incluso alguna papelería situada cerca de lo tradicionales núcleos de hermandades. Pero es en el estrecho callejón de Alfonso XIII donde se respira el añejo sabor cofrade de los capirotes a medida. Coinciden en su pequeño despacho, como en un improvisado Santo Entierro Magno, espigados antifaces de negro ruán, de más de un metro de altura, junto a otros más bajos y coloridos, de terciopelo, raso o sarga. Sus propietarios los van sacando de las bolsas para armarlos y probárselos mientras conversan sobre cofradías.
Inmaculada Arenas, la actual gerente, pertenece a la tercera generación de esta dinastía de encuadernadores que ha hecho de la fabricación de capirotes su principal actividad. Fue su abuelo quien la inició, en el año 1936, con unas máquinas adquiridas de segunda mano, de hierro fundido, que aún utilizan y que harían las delicias de cualquier anticuario o de algún museo de la industrialización. Su padre, aunque jubilado, sigue apareciendo por el negocio con asiduidad. Le agrada echar una mano, y de paso palpar el ambiente que esos días se vive.
Hoy son los capirotes de rejilla los que copan el mercado, por su mayor comodidad, su capacidad de transpirar y la posibilidad de ajustarlos. Sin embargo, el capirote de cartón de toda la vida sigue siendo un referente en esta casa. Para ellos, éste es el tradicional, aumenta el sentido penitencial, bien cuidados pueden durar muchos años, y su precio es mucho menor, entre ocho y diez euros en función de la altura, frente a los veintitrés o veinticinco de los modernos. No obstante comercializan ambos modelos, y completan su oferta con guantes de nazareno, incienso y carbón.
La proliferación de tiendas dedicadas a las cofradías y de otros comercios que venden capirotes no ha desanimado a la gerente de Encuadernaciones Arenas. Aunque las ventas han disminuido un tanto, ella apuesta por fomentar la colaboración entre las empresas del sector. Así, provee de capirotes de cartón a algunas de las tiendas más conocidas, adquiere además en ellas otros artículos, y encabeza propuestas de pedidos conjuntos para el resto de productos. «La competencia no es mala en sí misma» afirma Inmaculada Arenas.
Los casi ochenta años de actividad ininterrumpida hacen de esta tienda la decana de la calle, y acumula numerosas anécdotas. Aunque desde el principio de cuaresma venden capirotes, es a última hora cuando se multiplica la actividad. La empresa tiene a gala que nunca un nazareno ha dejado de salir por no tener uno de sus capirotes. Hasta última hora del Jueves Santo están a disposición de los nazarenos olvidadizos. Durante la Semana Santa, cuando cierran el local, dejan en la puerta un «teléfono de emergencia» para el más despistado de los cofrades, e incluso no sería la primera vez que un cliente viene, ya vestido con su túnica, el mismo día de la salida.
Aunque disponen de existencias suficientes, siempre están dispuestos a fabricar un capirote a medida, por ejemplo para solucionar problemas derivados de una errónea confección del cubrerrostro, que no se adapte exactamente a las prescripciones de la cofradía, o sitúe por accidente las aperturas de los ojos en lugares imposibles para un armazón estándar. Por otra parte no todas las cabezas son iguales. Aunque lo normal es una circunferencia adulta de unos 55 centímetros, han llegado a fabricar capirotes de 65 centímetros de perímetro, para testas especialmente voluminosas. Por el lado contrario, los más pequeños son minúsculos capirotes, incluso del tamaño de cucuruchos de helado, que usan algunas cofradías o devotos particulares, para vestir de nazareno sus pequeñas imágenes del Niño Jesús en Semana Santa.
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