PROCESIONES
Entre mantillas y capuchones
Novecientas cofrades miran al cielo estos días. Le piden clemencia para el esfuerzo de un año, y que deje salir a la calle sus pasos
Hubo un tiempo en que las procesiones de Semana Santa eran un mundo exclusivo de hombres. Viveiro no era una excepción. En 1953 nace la Hermandad de la Santa Cruz, netamente femenina. «Creo que fue idea de los hombres, para que pudiéramos tener también nuestro sitio, tener algo nuestro», evoca Pura Fanego, una de las 900 cofrades que tiene la hermandad, veterana, porque tiene 86 años, y antigua responsable. «Es que entonces las mujeres no llevábamos ni los estandartes, en la iglesia lo que quisiéramos, pero en la calle nada».
En el 2003, la hermandad cumple su medio siglo de vida y, como recuerda Cruz Penso, jefa de colla de los pasos -María al pie de la Cruz y la Virgen de la Esperanza-, «ese año se decidió que las mujeres lleváramos el peso de todo, de montar el paso, de organizar, de llevarlo en las procesiones». Y las mujeres de Viveiro se lanzan a conquistar el corazón de los viveirenses y visitantes con sus mantillas y capuchones. «Aquel primer año la gente se sorprendía cuando veían una colla completa de mujeres, porque antes podía haber alguna en algún paso, pero nada más. Hubo que hacer muchos ensayos, y a ellos les parecía que como nuestra corpulencia es distinta no íbamos a ser capaz de llevar el paso y los hombres nos tendrían que ayudar», dice Dolores Grela, una de las 66 llevadoras de la colla. Se valieron solas, por supuesto. Las mujeres hicieron sin dificultades el recorrido de dos horas de la procesión de La Pasión, con su paso titular.
«En Viveiro hay un sentimiento que se refleja en el movimiento de la sabanilla del paso de María al pie de la Cruz», explica en una de las visitas guiadas al casco histórico el historiador Jesús Martínez. Viveiro es un mundo de mujeres, recuerda Martínez. Y cita: María de las Alas Pumariño, Constanza de Castro, Maruja Mallo... Y las cofrades de la Santa Cruz que viven días de trasiego: «Tres semanas antes comienza el trabajo intenso, y hace mucha falta, porque hay muchas cosas pequeñas que tener en cuenta. Planchar hábitos, tallar y emparejar las calzas, que la ropa esté preparada con su fajín, los capirotes, los lábaros, los banderines, los tambores... No se improvisa nada», dice la hermana mayor, María del Carmen López.
Embarazo, parto y lactancia
Pero el todo tiene «cuerpos con entidad propia» que encajan como un puzle. Montar el paso, limpiar las andas, vestir a la Virgen, la de la Esperanza, que saldrá el sábado. Dolores forma parte del equipo; hora y media para que la Virgen luzca imponente.
«Es muy emocionante cuando se canta la Salve antes de recogerse la Esperanza», dice Cruz. Los ensayos son de coordinación, porque todo el mundo tiene sitio fijo en la colla. Y hay lista de espera, «pero avanza mucho porque las titulares pueden tener dos años de ausencia sin perder el puesto». El ritmo natural, no podía ser de otra forma en un mundo de mujeres, de embarazos, partos y lactancias.
El paso se mueve con los tambores que dirige Raquel Rivera, la encargada de la banda, con 30 jóvenes componentes. «Nuestro objetivo es hacer más fácil la vida de las llevadoras», dice. El de las mujeres es un ritmo «algo más acelerado, al ser más pequeñas necesitamos un paso más cortito que ande menos. Depende de Cruz que me dice, acelera o ve más lenta».
EN Los preparativos de las procesiones UN martes DE 10 a 12
horas
Una colla de 66 mujeres lleva los pasos de la hermandad
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