jueves, 18 de abril de 2013

Volviendo la vista atrás. Una procesión de 1927 saliendo de San Francisco hoy en día. Ruth Matilda Anderson,


Volviendo la vista atrás, así es como se titula el blog en donde hemos encontrado este fotomontaje de una fotografía de una procesión del año 1927, saliendo de la Iglesia de San Francisco en los tiempos que corren hoy en día.


La primera de las fotografías data del año 1927 y ha sido tomada por la grandísima fotografa de principios del Siglo XX Ruth Mathilda Anderson la cual cuando llegó a esta villa en sus viajes por tierras gallegas, sucumbió ante la preciosidad y majesustuosidad de la Semana Santa de Viveiro y retrató numerosas escenas de la pasión viveirense.




En la segunda de las fotografías se muestra la escalinata de acceso al templo de San Francisco tal como está en la actualidad.




Finalmente, "Amio Cajander", autor entre otros de los blogs, "Academia Cajander" y "Volviendo la vista atrás", ha realiazado un excelente fotomontaje, que muestra la procesión del año 1927, saliendo de la Iglesia de San Francisco en el año 2010.


El mencionado "Amio Cajander" acompaña en su blog esta fotografía con unas líneas de Doña Emila Pardo Bazán, las cuales vienen al pelo para describir este magnífico acto:

(...) a diferencia de las demás procesiones, que se anuncian con estruendo sonoro de músicas militares, redobles de tambor y choque de herrados cascos de caballos sobre las anchas losas del pavimento, esta de la Soledad va tan muda, en silencio tan profundo, que el pueblo la ha bautizado con el expresivo nombre de procesión de los calladitos. Diríase que un tierno respeto a la desolación y al abandono de la Virgen, un recelo de turbar mi triste ensimismamiento, han presidido a la idea de esta procesión bella y singular, que es -a su manera- obra de arte.

(...) venían las primeras las hermanas de las cofradías de los Dolores, la Soledad y la Orden Tercera: gente humilde y artesana, llena de fe, vestida de hábito o de lana gruesa, con el escapulario muy a la vista, descollando sobre la espalda y el pecho. A estas devotas -entre las cuales se contaban muchas encorvadas vejezuelas, muchas mozas de rostro feo y vulgar- los grupos de las bocacalles nada las decían, o las despachaban con burletas irónicas y mordaces, con ronquidos de fingida codicia voluptuosa. El tiroteo empezaba al primer traje de seda, a la primer mantilla garbosamente prendida y llevada. Estas se habían replegado a retaguardia, muy cerca de la Virgen y alrededor de la Generala, que presidía la procesión; y eran todas o casi todas las señoras de algún viso de Marineda, las que no tenían el marido republicano intransigente y poseían un pinto de gro y un rebozo de encaje. Fantástica impresión producía el verlas avanzar sosteniendo el cirio con la mano enguantada, y divisar los rostros iluminados por aquella luz intermitente, que arrancaba a veces mi destello al broche de diamantes con que se sujetaba la mantilla o descubría de improviso la blancura de una garganta, el rosicler de una boca, el coquetón y estrecho calzado que aprisionaba un pie diminuto.

Ya, a lo lejos, erguida en el aire, oscilando ligeramente -no más de lo preciso para dar a su misteriosa figura apariencia de vida real-, se divisaba la venerada efigie, la Virgen del Dolor. Luengos lutos negros, arrastrando y rebosando de las andas, envolvían a la Madre de Cristo. Una sola espada, aguda y reluciente, se hincaba en su afligido corazón. Sobre el pecho se cruzaban sus manos delicadas y amarillas, como reprimiendo la ola de lágrimas que quería desbordarse. Era conmovedora aquella imagen pobremente vestida, sin adornos, sin bordados, sin joyas, sin más que dos gotas de llanto que al desprenderse de los ojos brillaban sobre la surcada mejilla.

El silencio absoluto hacía más extraña la aparición, más temerosa la doble fila de enlutadas mujeres por cima las cuales se cernía otra mujer, llorando, con el corazón partido. Sin duda el efecto de la procesión consistía en que mientras las mujeres vivas, por su mutismo y su compostura, parecían imágenes, la imagen, vestida como las que la escoltaban, parecía mujer de carne y hueso

Emilia Pardo Bazán - Doña Milagros - Capítulo XVIII

Sobre D. Ruth Matilda Anderson:

La fotógrafa y etnógrafa de la Hispanic Society of America en Nueva York, Ruth Matilda Anderson, recorrió Galicia entre los años 1924 y 1926 con su cámara fotográfica. En nuestra tierra en ese tiempo realizó más de cinco mil imágenes; recorrió Galicia de punta a punta, de un extremo a otro, y recogió nuestras tradiciones de entonces y, sobretodo, dejó testimonio de cómo éramos y vivíamos.

En esas fotografías testimoniales se refleja también la pobreza, en muchos casos la miseria, en la que vivían las gentes de entonces (no todos). Esta estadounidense, Ruth Matilda Anderson, formó el mayor archivo fotográfico probablemente de la Galicia de entonces.

Mercados y Semana Santa

La muestra fotográfica de R. M. Anderson puede verse en la sede de la Fundación Caixa Galicia en A Coruña, situada en los Cantones; al verla somos testigos de nuestra propia historia. Hay tiempo, pues permanecerá abierta al público hasta el próximo 28 de febrero del 2010.

En las numerosas fotografías que se exponen figuran también varias imágenes, curiosas por cierto, de su paso por la costa de Lugo, en aquellos años de 1925 y 26. Así, podemos ver mercados semanales, la celebración de la Semana Santa de Viveiro; en una de las imágenes se recoge la lectura del sermón en la Plaza Mayor en la que también aparece la estatua de Nicomedes Pastor Díaz.



3 comentarios:

  1. Excelente documento.La verdad que aportais unas cosas muy interesantes. Enhorabuena

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  2. Claro que sí Amio, Cuando hagas otras cosas como esta de la Semana Santa de Viveiro, avísanos. Gracias.

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