Servicio Diocesano de Medios de Comunicación | Miércoles, 3 de julio de 2012
Celebramos un año más la fiesta de la Virgen del Carmen, fiesta marinera por excelencia, acogida siempre con devoción alegría y esperanza.
Juan Pablo II en la Christifideles Laici afirmaba: "Enteros países y naciones, en los que en un tiempo la religión y la vida cristiana fueron florecientes y capaces de dar origen a comunidades de fe viva y operativa, están ahora sometidos a dura prueba e incluso alguna que otra vez son radicalmente transformados por el continuo difundirse del indiferentismo, del secularismo y del ateísmo. Se trata, en concreto, de países y naciones del llamado Primer Mundo, en el que el bienestar económico y el consumismo —si bien entremezclado con espantosas situaciones de pobreza y miseria— inspiran y sostienen una existencia vivida 'como si no hubiera Dios'. Ahora bien, el indiferentismo religioso y la total irrelevancia práctica de Dios para resolver los problemas, incluso graves, de la vida, no son menos preocupantes y desoladores que el ateísmo declarado. Y también la fe cristiana —aunque sobrevive en algunas manifestaciones tradicionales y ceremoniales— tiende a ser arrancada de cuajo de los momentos más significativos de la existencia humana, como son los momentos del nacer, del sufrir y del morir”.
Hemos de partir de la convicción absoluta de que, con el Evangelio, se nos ha entregado una perla tan valiosa que no podemos guardarla para nosotros mismos, sino que debemos transmitir e invitar a todos los que nos encontremos por el camino. Porque hemos de emprender un camino de seguimiento de Jesucristo, con un convencimiento claro, nacido del encuentro con Él.
La nueva evangelización trata de buscar las formas de seguir anunciando a Jesucristo en un mundo que ya ha oído hablar de Él, pero que vive como si nunca lo hubiera escuchado. Un mundo cuya cultura e historia tienen hondas raíces cristianas pero donde no se puede presuponer la fe. Un mundo con barniz cristiano, pero que vive totalmente de espaldas a Dios.
Hay que anunciar con fuerza y convicción, más con nuestra vida que con nuestras palabras, que Cristo vive y que abre a una manera absolutamente nueva de ser, de estar y de vivir en medio del mundo, que lleva en último término a vivir, ya ahora, la vida eterna. Así, seremos como Cristo, buena Noticia para los hombres y mujeres del mar.
No hay iniciación cristiana sin madre, ya que es el nacimiento de las personas como cristianos, y la maternidad la ejercen inseparablemente María la Virgen Madre y la Iglesia, en cuyo hogar entran y habitan los cristianos. María es la gran educadora, la Estrella del mar que nos guía por las aguas turbulentas de la vida, sobre todo en momentos como el que vivimos de fuerte crisis económica y desempleo. En un mundo marítimo cada vez más heterogéneo; en los puertos, convertidos en encrucijada de la humanidad, y en buques con tripulación de diferentes nacionalidades y credos, los cristianos debemos anunciar el Evangelio de Jesucristo con entusiasmo y con el respeto profundo que nace del cariño que sentimos por ellos.
Que Santa María, faro luminoso, nos guíe y nos proteja en estos tiempos difíciles en que nos toca navegar.
Juan Pablo II en la Christifideles Laici afirmaba: "Enteros países y naciones, en los que en un tiempo la religión y la vida cristiana fueron florecientes y capaces de dar origen a comunidades de fe viva y operativa, están ahora sometidos a dura prueba e incluso alguna que otra vez son radicalmente transformados por el continuo difundirse del indiferentismo, del secularismo y del ateísmo. Se trata, en concreto, de países y naciones del llamado Primer Mundo, en el que el bienestar económico y el consumismo —si bien entremezclado con espantosas situaciones de pobreza y miseria— inspiran y sostienen una existencia vivida 'como si no hubiera Dios'. Ahora bien, el indiferentismo religioso y la total irrelevancia práctica de Dios para resolver los problemas, incluso graves, de la vida, no son menos preocupantes y desoladores que el ateísmo declarado. Y también la fe cristiana —aunque sobrevive en algunas manifestaciones tradicionales y ceremoniales— tiende a ser arrancada de cuajo de los momentos más significativos de la existencia humana, como son los momentos del nacer, del sufrir y del morir”.
Hemos de partir de la convicción absoluta de que, con el Evangelio, se nos ha entregado una perla tan valiosa que no podemos guardarla para nosotros mismos, sino que debemos transmitir e invitar a todos los que nos encontremos por el camino. Porque hemos de emprender un camino de seguimiento de Jesucristo, con un convencimiento claro, nacido del encuentro con Él.
La nueva evangelización trata de buscar las formas de seguir anunciando a Jesucristo en un mundo que ya ha oído hablar de Él, pero que vive como si nunca lo hubiera escuchado. Un mundo cuya cultura e historia tienen hondas raíces cristianas pero donde no se puede presuponer la fe. Un mundo con barniz cristiano, pero que vive totalmente de espaldas a Dios.
Hay que anunciar con fuerza y convicción, más con nuestra vida que con nuestras palabras, que Cristo vive y que abre a una manera absolutamente nueva de ser, de estar y de vivir en medio del mundo, que lleva en último término a vivir, ya ahora, la vida eterna. Así, seremos como Cristo, buena Noticia para los hombres y mujeres del mar.
No hay iniciación cristiana sin madre, ya que es el nacimiento de las personas como cristianos, y la maternidad la ejercen inseparablemente María la Virgen Madre y la Iglesia, en cuyo hogar entran y habitan los cristianos. María es la gran educadora, la Estrella del mar que nos guía por las aguas turbulentas de la vida, sobre todo en momentos como el que vivimos de fuerte crisis económica y desempleo. En un mundo marítimo cada vez más heterogéneo; en los puertos, convertidos en encrucijada de la humanidad, y en buques con tripulación de diferentes nacionalidades y credos, los cristianos debemos anunciar el Evangelio de Jesucristo con entusiasmo y con el respeto profundo que nace del cariño que sentimos por ellos.
Que Santa María, faro luminoso, nos guíe y nos proteja en estos tiempos difíciles en que nos toca navegar.
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