Empiezan ya a sonar las trompetas en Viveiro. Una pequeña ciudad complicada para procesionar, por sus estrechas calles y sus abundantes balcones. Pero un referente a nivel nacional.
La Semana Santa es uno de los símbolos de Viveiro.
Su celebración, desde el siglo XIII, la convierte en una de las más antiguas de Galicia. Diez días en los que sus capillas se llenan de Estandartes y Pasos. 8 cofradías, casi 7000 personas, la mitad de los habitantes de Viveiro, participan en las 15 procesiones que recorren las estrechas calles de esta villa lucense honrando a 40 pasos distintos.
En la iglesia de San Francisco establece su sede, desde hace décadas, la Venerable Orden Tercera Franciscana, fundada en 1214. Es la cofradía veterana de Viveiro y la que posee las tallas más antiguas, como estas, la del Cristo Sentado, el Ecce Homo y el Cristo de la Vera Cruz, todas del siglo XV.
Pero es la Virgen de los Dolores la primera en salir. La que pone en marcha la Semana Santa de Viveiro.
La Banda Tau les acompaña también, con cornetas y tambores, durante la Última Cena, cuyos pasos datan de 1808.
Éste el trono más grande y más pesado de la Semana Santa de Viveiro. Presidido por el Cristo de la Agonía, la talla se completa con la imagen de la Virgen María, Pedro, Magdalena y el buen y mal ladrón, Dimas y Gestas. Lo portan durante una calle los miembros de la Hermandad de Las Siete Palabras, el Viernes Santo, el día grande.
Viveiro desborda imaginería. De la que presume en cada acto religioso.
El desenclavo de Semana Santa es una maniobra prácticamente única.
Es la procesión del Santo Entierro. Para ella todas las demás se mirar primero al cielo.
El sábado, y desde 2010 las mujeres de la Hermandad de la Santa Cruz sacan a hombros a la Virgen de la Esperanza. La Virgen muda su traje de diario, de camarín, por este impresionante manto traído de Filipinas. A mayor antigüedad, mayores cuidados.
El domingo de Pascua, llega el momento más entrañable para los viveirenses, el Encuentro de Resurrección.
Se acerca el día. En las cofradías se trabaja a buen ritmo. Se ordena, plancha y se recogen las vestimentas, tiene que estar todo a punto para la procesión.
Empiezan ya a sonar las trompetas en Viveiro. Una pequeña ciudad complicada para procesionar, por sus estrechas calles y sus abundantes balcones. Pero un referente a nivel nacional. Su Semana Santa cuatriplica durante unos días la población habitual del municipio.
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