Esta entrevista ha sido publicada por la Voz de Galicia el día 25 de enero del año 2010.
LA CARA B | FRANCISCO JAVIER CASTRO MIRAMONTES
Rector de los Franciscanos de Santiago
Vive entregado en cuerpo y alma a los más desfavorecidos; habla un lenguaje claro; y sufrió una revolución interior similar a la del pobrecillo de Asís
Por Nacho Mirás Fole | Nacho.Miras@Lavoz.Es 25/1/2010
-No parece mala idea: uno se aloja en un cuatro estrellas y su gasto revierte en los más desfavorecidos...
-El hotel no es una empresa sin más. Es cierto, nos da una libertad económica, incluso frente a las instituciones, pero, de lo que sale de ahí, una partida grande va a labor social. Queremos que el cliente sienta que está participando de la espiritualidad de un convento.
-¿Usted no viste hábito?
-Sí, lo uso habitualmente durante el día. Hubo un tiempo en el que el hábito era como una forma de distinción, pero también era igualación. Cuando Francisco se vistió de esa manera tomó una opción de clase, irse con los menores de la sociedad. Por eso nos llamamos orden de frailes menores. Francisco era un rico, conocido como el rey de las fiesta de Asís...
-¿Un vividor?
-Sí. Pero se lleva un chasco impresionante porque pierde una guerra, cae preso y está prácticamente un año viviendo en la esclavitud. Entonces se da cuenta de que la vida así montada no tiene sentido, reencuentra en el Evangelio un camino para la felicidad y se va a vivir con los pobres. Él se viste con una túnica raída, como se vestían los campesinos, con una cuerda atada. El cordón nos identifica como franciscanos.
-¿Cómo es la vida diaria de un fraile de 38 años?
-Muy corriente. Tenemos nuestros momentos de oración. Me gusta mucho escribir, estoy pendiente de la casa... La tarea social es lo que más me está ilusionando; voy con grupos a Tierra Santa; dirijo el museo; y hago un programa en la Radio Galega los domingos.
-¿El Paco niño ya apuntaba maneras de fraile?
-No, fue una sorpresa para mi gente y para mí mismo. Entré en el convento hacia los 23 años, estaba acabando la carrera. Hice Derecho y me decepcionó la Universidad, la gente buscaba mucho su interés. Por eso me alié en otra lucha por la justicia, fue la época de la revolución interior. Llegó un momento en el que ir de discoteca no me llenaba. Y siempre me había llamado mucho la naturaleza.
-Y dijo: «¡Franciscano!».
-De ahí me vino, probablemente. Después de hacer el Camino de Santiago redescubrí los valores más espirituales de la vida, de comprometerme dando sentido a lo que hago. Me fascinó la figura de Jesús de Nazaret.
-¿Lo entendió su familia?
-En aquel momento, en absoluto. Mi madre pensaba que perdía un hijo. Luego se dio cuenta de que no. Para mis amigos fue un desconcierto completo, pero fue una opción de vida. Hoy, todo lo que hago tiene esa dimensión de «para los demás».
-¿Es futbolero?
-Sigo los resultados, pero me parece indigno que una persona, por pegarle cuatro patadas a un balón, se lleve tanto dinero. Jugué en las categorías inferiores del Compostela, pero a los diecisiete lo dejé, empecé a ver que ya no era deporte.
-¿Tiene perfil en Facebook?
-No, pero uso Internet como instrumento de comunicación y de trabajo.
-¿Se imagina un Papa franciscano?
-Lo hubo hace mucho; hoy no sería posible. Lo nuestro no es hacer carrera, sino sustentar las obras sociales que tenemos.
Tú vas a entrevistar al rector de los franciscanos de Santiago pensando que te encontrarás a un anciano de venerables sandalias y resulta que das con uno de tu quinta, en vaqueros, que se crió con Mazinger Z. Francisco Javier Castro Miramontes (Santiago, 1971) es un tipo que habla en cristiano.
-¿No dicen que la Iglesia está envejecida? ¿Y usted?
-No es lo habitual. A veces digo [ironiza entre risas] que muy mal estamos para que se hayan tenido que fijar en mí para ponerme al frente de una institución como esta. Para mí es todo un privilegio porque, sobre todo, es un espacio en el que conviven una serie de dimensiones humanas muy interesantes. Primero, la comunidad espiritual, con trece hermanos; luego, el hogar de acogida para peregrinos en verano, que trata de ser una apuesta nueva por la espiritualidad pero en un sentido muy amplio, me refiero a esos valores humanos que no tienen precio en la bolsa de la vida como son el amor, la esperanza, la amistad, la compasión...; también un albergue para personas sin techo que ahora también abrimos por el día; un hotel de cuatro estrellas; una biblioteca; y un museo.
-No parece mala idea: uno se aloja en un cuatro estrellas y su gasto revierte en los más desfavorecidos...
-El hotel no es una empresa sin más. Es cierto, nos da una libertad económica, incluso frente a las instituciones, pero, de lo que sale de ahí, una partida grande va a labor social. Queremos que el cliente sienta que está participando de la espiritualidad de un convento.
-¿Usted no viste hábito?
-Sí, lo uso habitualmente durante el día. Hubo un tiempo en el que el hábito era como una forma de distinción, pero también era igualación. Cuando Francisco se vistió de esa manera tomó una opción de clase, irse con los menores de la sociedad. Por eso nos llamamos orden de frailes menores. Francisco era un rico, conocido como el rey de las fiesta de Asís...
-¿Un vividor?
-Sí. Pero se lleva un chasco impresionante porque pierde una guerra, cae preso y está prácticamente un año viviendo en la esclavitud. Entonces se da cuenta de que la vida así montada no tiene sentido, reencuentra en el Evangelio un camino para la felicidad y se va a vivir con los pobres. Él se viste con una túnica raída, como se vestían los campesinos, con una cuerda atada. El cordón nos identifica como franciscanos.
-¿Cómo es la vida diaria de un fraile de 38 años?
-Muy corriente. Tenemos nuestros momentos de oración. Me gusta mucho escribir, estoy pendiente de la casa... La tarea social es lo que más me está ilusionando; voy con grupos a Tierra Santa; dirijo el museo; y hago un programa en la Radio Galega los domingos.
-¿El Paco niño ya apuntaba maneras de fraile?
-No, fue una sorpresa para mi gente y para mí mismo. Entré en el convento hacia los 23 años, estaba acabando la carrera. Hice Derecho y me decepcionó la Universidad, la gente buscaba mucho su interés. Por eso me alié en otra lucha por la justicia, fue la época de la revolución interior. Llegó un momento en el que ir de discoteca no me llenaba. Y siempre me había llamado mucho la naturaleza.
-Y dijo: «¡Franciscano!».
-De ahí me vino, probablemente. Después de hacer el Camino de Santiago redescubrí los valores más espirituales de la vida, de comprometerme dando sentido a lo que hago. Me fascinó la figura de Jesús de Nazaret.
-¿Lo entendió su familia?
-En aquel momento, en absoluto. Mi madre pensaba que perdía un hijo. Luego se dio cuenta de que no. Para mis amigos fue un desconcierto completo, pero fue una opción de vida. Hoy, todo lo que hago tiene esa dimensión de «para los demás».
-¿Es futbolero?
-Sigo los resultados, pero me parece indigno que una persona, por pegarle cuatro patadas a un balón, se lleve tanto dinero. Jugué en las categorías inferiores del Compostela, pero a los diecisiete lo dejé, empecé a ver que ya no era deporte.
-¿Tiene perfil en Facebook?
-No, pero uso Internet como instrumento de comunicación y de trabajo.
-¿Se imagina un Papa franciscano?
-Lo hubo hace mucho; hoy no sería posible. Lo nuestro no es hacer carrera, sino sustentar las obras sociales que tenemos.
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