Mondoñedo era ayer una ciudad distinta, la ciudad de otro tiempo, con la catedral llena y en el aire el sonido de campanas que casi nunca suenan. Y eso porque ayer la ciudad acogió una ceremonia que la cristiandad ya no presencia casi nunca, la recepción de dos títulos de Prelado de Honor de Su Santidad el Papa.
Enrique Cal Pardo, desde ayer mismo monseñor, y uno de los grandes historiadores vivos de Galicia, agradeció el honor concedido, pero subrayando que todo honor y toda gloria ha de ser para Dios. Y Eugenio García Amor, ahora monseñor, también quiso en su intervención cantar incluso, y entonó el cántico en el que los cristianos recuerdan que no desean hacer otra voluntad que la de Dios.
La solemne ceremonia comenzó a las cuatro y media de la tarde, en la seo mindoniense, presidida por el obispo de Mondoñedo-Ferrol, Sánchez Monge, quien entregó a los distinguidos los reconocimientos que él había pedido al Papa para ellos.
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