viernes, 15 de julio de 2011

Escrito del Obispo ante la Fiesta de Ntra. Sra. del Carmen


Cultivar y transmitir la fe dentro de la familia marinera
Fiesta de la Virgen del Carmen 2011


Sal a alta mar, busca mares profundos”, le dice el Señor a Pedro desde la orilla.  “Remad más adentro” fue la consigna que nos dio el Beato Juan Pablo II al comenzar el tercer milenio. ¿Por qué
estas coincidencias? Ciertamente porque sólo desde alta mar se contempla cómo todas las orillas del mundo están unidas. 


El apostolado del Mar en la era de la globalización presenta nuevos retos. “Es importante lograr que a cuantos forman parte de la gran familia del mar no les falte un apoyo espiritual. Hay que ofrecerles la oportunidad de encontrara a Dios y descubrir el verdadero sentido de la vida”, recomendaba de la XV Asamblea del Pontificio Consejo al que pertenece la Pastoral del mar. En esta onda se ha situado la 24 Asamblea Nacional del Apostolado del Mar, que celebramos en nuestra diócesis de Mondoñedo-Ferrol en los primeros días de junio pasado. El lema era "Cultivar y transmitir la Fe dentro de la Familia Marinera". Sin pretender desarrollar lo que este lema encierra, permitidme un breve comentario.


La Iglesia debe renovar cada día su compromiso de llevar a Cristo a los hombres, de transformar al mundo con la fuerza renovadora del Evangelio. Jesucristo y su Evangelio constituyen el tesoro mayor de la Iglesia y no puede quedarse con él para disfrutarlo a solas. Es necesario continuar la evangelización, el anuncio gozoso del Reino de Dios. Con mucho entusiasmo. Es necesario lanzar las redes del Evangelio en el mar de la historia para conducir a los hombres hacia la tierra de Dios.


Pero para todo esto es necesario que cada cristiano, así como nuestras familias y comunidades, crean verdaderamente que la Palabra de Dios tiene capacidad de salvar al hombre de nuestro tiempo, también a la familia marinera. Si esta convicción de fe no está profundamente arraigada en nosotros no podremos experimentar la pasión y la belleza de anunciarla. Sólo radicado profundamente en Cristo y en su Palabra, puede el mensajero del Evangelio no reducir la evangelización a un proyecto puramente humano, social, escondiendo o callando la dimensión trascendente de la salvación ofrecida por Dios en Cristo. La Buena Noticia debe ser proclamada en nuestros ambientes de forma explícita con la palabra y, sobre todo, con el  testimonio plenamente coherente. De lo contrario no será comprensible ni creíble. Aun siendo pobres y débiles, mantenemos siempre la certeza en el poder de Dios, que pone su tesoro en 'vasos de barro' precisamente para que se vea que es Él quién actúa a través de nosotros. Quiero rendir aquí un homenaje sincero y agradecido a la mujer del marinero, heroína muchas veces a la hora de educar a los hijos, y trabajadora incansable a la hora de transmitir la fe a las generaciones que vienen detrás de nosotros.
El ministerio de la evangelización es fascinante y exigente. Pero el anuncio del evangelio tiene un precio: la Iglesia no puede fallar en su misión de llevar la luz de Cristo, de proclamar el feliz anuncio del Evangelio, aunque comporte la persecución e incluso el martirio. Es parte de su misma vida, como lo ha sido para Jesús. Los cristianos no deben sentir temor, aunque “sean actualmente el grupo religioso que sufre el mayor número de persecuciones a causa de la propia fe”. San Pablo afirma que “ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni las potestades ni la altura, ni la profundidad ni criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro” (Rom 8,38-39).


Que la Virgen del Carmen, tan querida en la familia marinera, verdadera Stella maris, nos señale los caminos de la nueva evangelización y nos ayude a recorrerlos.
 

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