“En el camino del Año de la Fe, me alegra celebrar esta Eucaristía dedicada de manera especial a las Hermandades, una realidad tradicional en la Iglesia que ha vivido en los últimos tiempos una renovación y un redescubrimiento. Saludo a todos con afecto, en especial a las Hermandades que han venido de diversas partes del mundo. Gracias por su presencia y su testimonio”.
El Santo Padre señaló que en el Evangelio de hoy escuchamos “un pasaje de los sermones de despedida de Jesús, que el evangelista Juan nos ha dejado en el contexto de la Última Cena. Jesús confía a los Apóstoles sus últimas recomendaciones antes de dejarlos, como un testamento espiritual”.
“El texto de hoy insiste en que la fe cristiana está toda ella centrada en la relación con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Quien ama al Señor Jesús, acoge en sí a Él y al Padre, y gracias al Espíritu Santo acoge en su corazón y en su propia vida el Evangelio”.
El Papa indicó que “aquí se indica el centro del que todo debe iniciar, y al que todo debe conducir: amar a Dios, ser discípulos de Cristo viviendo el Evangelio”.
Francisco recordó que su predecesor, Benedicto XVI, al dirigirse a las Hermandades usó la palabra “evangelicidad”, por lo que les recordó que “la piedad popular, de la que son una manifestación importante, es un tesoro que tiene la Iglesia”.
Los obispos latinoamericanos definieron la piedad popular, dijo el Papa, “como una espiritualidad, una mística, que es un ‘espacio de encuentro con Jesucristo’”.
El Santo Padre exhortó a las Cofradías a acudir “siempre a Cristo, fuente inagotable, refuercen su fe, cuidando la formación espiritual, la oración personal y comunitaria, la liturgia”.
“A lo largo de los siglos, las Hermandades han sido fragua de santidad de muchos que han vivido con sencillez una relación intensa con el Señor. Caminen con decisión hacia la santidad; no se conformen con una vida cristiana mediocre, sino que su pertenencia sea un estímulo, ante todo para ustedes, para amar más a Jesucristo”.
Francisco señaló que en el pasaje de los Hechos de los Apóstoles leído hoy “hemos escuchado nos habla de lo que es esencial”.
“En la Iglesia naciente fue necesario inmediatamente discernir lo que es esencial para ser cristianos, para seguir a Cristo, y lo que no lo es. Los Apóstoles y los ancianos tuvieron una reunión importante en Jerusalén, un primer ‘concilio’ sobre este tema, a causa de los problemas que habían surgido después de que el Evangelio hubiera sido predicado a los gentiles, a los no judíos”.
“Fue una ocasión providencial”, indicó el Papa, “para comprender mejor qué es lo esencial, es decir, creer en Jesucristo, muerto y resucitado por nuestros pecados, y amarse unos a otros como Él nos ha amado”.
“Pero noten cómo las dificultades no se superaron fuera, sino dentro de la Iglesia. Y aquí entra un segundo elemento que quisiera recordarles, como hizo Benedicto XVI: la ‘eclesialidad’”.
El Papa subrayó que “la piedad popular es una senda que lleva a lo esencial si se vive en la Iglesia, en comunión profunda con sus Pastores”.
“Queridos hermanos y hermanas, la Iglesia los quiere. Sean una presencia activa en la comunidad, como células vivas, piedras vivas”, exhortó el Papa, pidiendo que “amen a la Iglesia. Déjense guiar por ella. En las parroquias, en las diócesis, sean un verdadero pulmón de fe y de vida cristiana”.
“Veo en esta plaza una gran variedad de colores y de signos. Así es la Iglesia: una gran riqueza y variedad de expresiones en las que todo se reconduce a la unidad, al encuentro con Cristo”.
El Santo Padre señaló que la “misionariedad” también debe caracterizar a las Cofradías, pues “tienen una misión específica e importante, que es mantener viva la relación entre la fe y las culturas de los pueblos a los que pertenecen, y lo hacen a través de la piedad popular”.
“Cuando, por ejemplo, llevan en procesión el crucifijo con tanta veneración y tanto amor al Señor, no hacen únicamente un gesto externo; indican la centralidad del Misterio Pascual del Señor, de su Pasión, Muerte y Resurrección, que nos ha redimido; e indican, primero a ustedes mismos y también a la comunidad, que es necesario seguir a Cristo en el camino concreto de la vida para que nos transforme”.
Francisco remarcó que cuando las Hermandades “manifiestan la profunda devoción a la Virgen María, señalan al más alto logro de la existencia cristiana, a Aquella que por su fe y su obediencia a la voluntad de Dios, así como por la meditación de las palabras y las obras de Jesús, es la perfecta discípula del Señor”.
“Esta fe, que nace de la escucha de la Palabra de Dios, ustedes la manifiestan en formas que incluyen los sentidos, los afectos, los símbolos de las diferentes culturas... Y, haciéndolo así, ayudan a transmitirla a la gente, especialmente a los sencillos, a los que Jesús llama en el Evangelio ‘los pequeños’”.
El Papa les pidió ser “también ustedes auténticos evangelizadores. Que sus iniciativas sean ‘puentes’, senderos para llevar a Cristo, para caminar con Él. Y, con este espíritu, estén siempre atentos a la caridad”.
“Cada cristiano y cada comunidad es misionera en la medida en que lleva y vive el Evangelio, y da testimonio del amor de Dios por todos, especialmente por quien se encuentra en dificultad. Sean misioneros del amor y de la ternura de Dios”.
“Pidamos al Señor que oriente siempre nuestra mente y nuestro corazón hacia Él, como piedras vivas de la Iglesia, para que todas nuestras actividades, toda nuestra vida cristiana, sea un testimonio luminoso de su misericordia y de su amor”.
Francisco indicó que “así caminaremos hacia la meta de nuestra peregrinación terrena, hacia la Jerusalén del cielo. Allí ya no hay ningún templo: Dios mismo y el Cordero son su templo; y la luz del sol y la luna ceden su puesto a la gloria del Altísimo. Que así sea”, concluyó.
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