Stabat Mater (traducido del latín es "Estaba la madre") es un himno católico del siglo XIII atribuído al fraile franciscano Jacopone da Todi. Esta plegaria que comienza con las palabras Stabat Mater dolorosa (estaba la Madre sufriendo) medita sobre el sufrimiento de María la Madre de Jesús durante la crucifixión de éste.
Es uno de las composiciones literarias a la que más se le ha puesto música; cerca de 200 compositores diferentes. Múltiples compositores de distintas épocas, de género, de estilos y de visión musical han compuesto en base a este texto medieval. Entre los Compositores se cuentan Rossini, Franz Liszt, Krzysztof Penderecki, Giovanni Pierluigi da Palestrina, Francis Poulenc, Domenico Scarlatti, Antonio Vivaldi, Alessandro Scarlatti y Antonín Dvorák, siendo el más famoso el de Pergolesi.
Estaba la Madre dolorosa
llorando junto a la cruz
de la que pendía su hijo.
Su alma quejumbrosa,
apesadumbrada y gimiente,
atravesada por una espada.
¡Qué triste y afligida
estaba la bendita Madre
del hijo unigénito!
Se lamentaba y afligía
y temblaba viendo sufrir
a su divino hijo.
¿Qué hombre no lloraría
viendo a la Madre de Cristo
en tan gran suplicio?
¿Quién no se entristecería
al contemplar a la querida Madre
sufriendo con su hijo?
Por los pecados de su pueblo
vio a Jesús en el tormento
y sometido a azotes.
Ella vio a su dulce hijo
entregar el espirítu
y morir desamparado.
¡Madre, fuente de amor,
hazme sentir todo tu dolor
para que llore contigo!
Haz que arda mi corazón
en el amor a Cristo Señor,
para que así le complazca.
¡Santa María, hazlo así!
Graba las heridas del Crucificado
profundamente en mi corazón.
Comparte conmigo las penas
de tu hijo herido, que se ha dignado
a sufrir la pasión por mi.
Haz que llore contigo,
que sufra con el Crucificado
mientras viva.
Deseo permanecer contigo,
cerca de la cruz,
y compartir tu dolor.
Virgen excelsa entre las virgenes,
no seas amarga conmigo,
haz que contigo me lamente.
Haz que soporte la muerte de Cristo,
haz que comparta su pasión
y contemple sus heridas.
Haz que sus heridas me hieran,
embriagado por esta cruz
y por el amor de tu hijo.
Inflamado y ardiendo,
que sea por ti defendido, oh Virgen,
el día del Juicio.
Haz que sea protegido por la cruz,
fortificado por la muerte de Cristo,
fortalecido por la gracia.
Cuando muera mi cuerpo
haz que se conceda a mi alma
la gloria del paraíso.
Amén.
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