Y, sobre todo, porque fue el Santo Padre quien rezó una oración a la Virgen, convirtiéndose este hecho en el primero en el que un Papa rezara y bendijera, aunque fuera desde el «papamóvil», a una imagen sevillana. Desde que Benedicto XVI hiciera aparición por Cibeles, hasta que comenzó la procesión de regreso, los hermanos de Los Panaderos lo vivieron con lágrimas en los ojos.
Y es que, para una hermandad que vivió el pasado año la coronación canónica de su Virgen, el calado de este evento desbordó de emociones a todos los hermanos, que ni en sus mejores sueños pudieron imaginar, hace sólo un año, que esta histórica imagen pudiera hacerse realidad.
El único miedo de la hermandad se cumplió: los «indignados» hicieron aparición al regreso, aunque los cuerpos de seguridad lo negaran, ya que éstos burlaron los controles en Sol. De este modo, la junta de gobierno vivió momentos muy tensos con la Policía por lo que, incluso, desde la megafonía, se solicitaba a las hermandades que no se movieran de sus «corralitos». Es la crónica del día que la Virgen de Regla hizo historia.
Traslado
Eran las 6.30 horas y el periodista, apresurado, llegaba por la estación de la Puerta del Sol, casi vacía, para acudir a la cita. Antes de salir por la escalera que da acceso al kilómetro 0 de España, un olor a incienso señalaba que la procesión se había adelantado. La Virgen ya estaba llegando a Sol desde la iglesia del Carmen. El silencio sólo era interrumpido por las palmas de las pocas personas de fuera de Sevilla que madrugaron para contemplar la escena. Porque cofrades sevillanos los había, y muchos.
Sólo un suceso sin mayor importancia, pero que revelaba la polarización que existe en la sociedad española, empañó el momento. Un grupo de jóvenes, al que alguno calificaba como «indignados», intentó molestar el paso del cortejo y mofarse de sus componentes, cuestión que resolvió la Policía sin mediar palabra. Porra en mano, cargó contra el grupo y detuvo a una persona. Fue sólo un espejismo.
Porque, con las claritas del alba, la Virgen atravesaba la calle de Alcalá en dirección a Cibeles, donde permanecería en un peculiar altar hasta que terminara el acto. Una vez en la plaza, y con todos los pasos del Vía Crucis en sus respectivos sitios —sólo faltaba la impresionante Piedad de Gregorio Fernández, de Valladolid, que llegó a los sones de «Bulería en San Román», algo demasiado rimbombante—, la Virgen recibió la visita de miles de peregrinos y la del alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, que junto al delegado de Fiestas Mayores, Gregorio Serrano, se unió al coro juvenil del Rocío de Triana para cantarle a la virgen al compás de sevillanas.
La vuelta, apoteósica
Si la ida fue más íntima, la vuelta, durante las primeras horas, puede calificarse como la procesión más multitudinaria de la historia. O por lo menos, similar a la del pasado año de la Macarena. Sin embargo, no todo iban a ser pros. Una vez que el Papa abandonó Recoletos, el cortejo de Los Panaderos se disponía a salir para comenzar la «carrera oficial» inversa de los pasos que presidieron el Vía Crucis, pero la Policía se negó a que se moviera.
De este modo, se produjo un enfrentamiento dialéctico de los miembros de la corporación con la Policía que no explicaba nada. Unos decían que hasta que el Papa no llegara a la Nunciatura... otros, que había problemas en Sol. La cuestión es que la Policía tenía órdenes de no contar que los «indignados» se le habían colado en Sol. Así, la procesión fue muy lenta.
Empero, a pesar de todo, los «vivas» a la Virgen de Regla y las palmas no cesaron en cada levantá, en cada marcha, en cada «arriá» del paso... Madrid estaba volcada. Y los extranjeros, no daban crédito.Una de las estampas más hermosas se vivió al abandonar Cibeles a los sones de «Coronación Macarena». Algo tendrá esta marcha cuando quien no la conoce se queda embriagado.
Mientras, monseñor Asenjo se mostraba «con mucho calor, física y en el corazón», por todo lo que estaba viviendo en las JMJ. Así, el prelado se mostró «muy agradecido» a la Hermandad sevillana por el «gesto de generosidad» de prestar su imagen para este acto «tan importante».
Sobre el acto, donde quizá los pasos pasaron algo desapercibidos, la estrella fue la Virgen de Regla, que estaba justo enfrente de donde se encontraba el Papa, que probablemente también se lleve para Roma el recuerdo de aquella Virgen que, aunque no fue nombrada, representaba «la soledad de la Madre de Dios».
Mientras la Virgen se perdía a lo lejos, a la altura de la Gran Vía, en pleno corazón del Madrid de los Austrias, hubo quien comentó por una red social, muy apesadumbrado, «¿por qué voté que no fuera mi Cristo?». Y es que, en Triana, más de uno se llevó las manos a la cabeza. El hito se fue para la calle Orfila.
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